Oct 10, 2007

Café de Java

Yo no soy una persona de amontonamientos, me chocan los antros, no me gusta bailar y no soy muy sociable que digamos. Quizás fue por esto que jamás había ido a un concierto, sin embargo aprovechando que este sábado era cumpleaños de mi primo (¡feliz cumple primo!) y que venía Café Tacuba a Querétaro decidí ir a mi primer concierto. Sin tener ninguna experiencia en eso de los conciertos decidí que también sería una buena idea participar en un concurso de programación que se llevó a cabo en Guadalajara el domingo.

Para lograr esta brillante hazaña compramos boletos para ir a Café Tacuba y después (al enterarnos del concurso) fuimos a hablar con Oscar para ver si nos podía apoyar con el viaje a Guadalajara. El único camión que nos dejaba a tiempo para el concurso salía a las 12:45 a.m. del domingo.

La historia comienza el sábado alrededor de las 5:00 p.m. con un mensaje del zurdo en el que nos dice que sus amigos, conocidos que ahora son amigos y conocidos de los conocidos ya están metiéndose a la fila y nos exhorta a llegar. Una vez ahí esperamos pacientemente a que comenzara el concierto durante dos horas. Una vez adentro nos hicieron esperar dos horas más. A las 10:00 p.m. por fin salieron y les perdonamos toda la tardanza cuando dijo:

– ¿Esperaron mucho rato?

– Siiiiiiiiii

– Bueno, ya llegó el Café Tacuba

Y luego tocaron Las Flores.

A la mitad del concierto comenzó a llover, lo que mejoró el ambiente considerablemente porque ya estaba muerto de calor. El único problema es que para cuando terminó el concierto estábamos Luis Héctor, Zurdo, mi primo y yo empapados, parados junto a un pilar, muertos de frio.

Un rato después llegó el papá de mi primo con agua, ropa limpia y toallas. Nos subimos rápido en su camioneta y nos fuimos a la central de autobuses. A la mitad del camino Oscar sutilmente nos sugirió no olvidar el viaje mandando un mensaje que dice “Buen viaje y suerte en el concurso”.

A las cinco de la mañana llegamos a Guadalajara y nos dimos cuenta de un pequeño inconveniente: no teníamos la menor idea de dónde estábamos o a dónde queríamos ir. Decidimos resolver un problema a la vez y preguntamos dónde podíamos comer. Cuando llegamos a la parada de camión vi algo que yo no creía que fuera posible, a las seis de la mañana tuve que hacer cola para subirme a un camión y el camión siguiente iba igual de lleno.

Nos bajamos en un super a comer unos tacos fríos y duros que nos supieron a gloria y saliendo nos fuimos al ITESM Guadalajara. En el concurso nos fue de la patada, sólo resolvimos un problema (aunque… sólo un equipo resolvió más de uno) y quedamos en quinto lugar a Luis Héctor le fue mejor y él quedó en segundo.

Terminando el concurso decidimos que ya teníamos hambre así que fuimos a comer algo. Cuando estábamos a la mitad de la comida llegó una amiga de mi primo que vive en Guadalajara.

– ¿Y a qué hora sale su camión?

– A las 6:30 p.m.

– No manchen, no van a llegar

– ¡Ayy como no! Si falta una hora

Y no llegamos, con todo y un esfuerzo sobrehumano en el que nos metimos cinco personas en la parte de atrás de un coche un poco más grande que un Chevy y viajamos así casi una hora. Resulta que en Guadalajara las distancias son mucho más largas.

Al llegar a la terminal comenzamos a ver si nos cambiaban los boletos. En ese momento habían pasado varias horas desde la última vez que había ido al baño, por suerte ese problema se resolvió solo cuando la señorita nos dijo que íbamos a tener que pagar 50% extra por la reposición de los boletos (después nos enteramos que era broma). Salimos en el camión de las 7:30 y llegamos a Querétaro mal dormidos, cansados y perdidos; listos para entrar a la escuela en unas horas.